Mercadillo Brooklyn Flea Market

No he tenido la suerte de visitarlo (todavía) y no se si me llama más la atención el mercadillo como tal o sus vistas, ya que tal y como he titulado a este artículo, puede ser el mercadillo de Nueva York con mejores vistas panorámicas de Manhattan.

El Flea Market se encuentra en Brooklyn, en el barrio de Williamsburg, y tiene la peculiaridad de poder ser visitado durante todos los fines de semana del año, a partir de las 10 de la mañana, ya que en los fríos meses de invierno (de Noviembre a Marzo) se celebrar en el interior de un recinto cerrado, ‘Williamsburg Savings Bank’, aunque sin duda su mayor atractivo es disfrutarlo en los meses que está instalado junto a la orilla del East River (de Abril a principios de Noviembre), desde donde se obtienen unas espectaculares vistas de Manhattan, por lo que la visita al Flea Market se está convirtiendo en todo un ritual para los turistas con el fin de tomar unas espectaculares fotografías junto al río y con Manhattan como invitado de fondo.

Quizás no sea el mercadillo más apto para realizar nuestras compras o cargarnos de souvenirs, ya que se trata de un mercado bastante atípico donde es fácil encontrar extravagantes ropas, gafas, jerseys de lana cosidos a mano (si, si, como esos que hacía tu abuela), antiguas ‘joyas’, música, cuadros, muebles y toda clase de antigüedades; en resumen, el paraíso para los hipsters, quienes acuden en masa a pasear por el Flea Market y lucir sus mejores galas.
Vistando el mercadillo de Williamsburg en Brooklyn me vino una historia a la cabeza. Cuando era pequeña, una vez volviendo de una visita a casa de mis abuelos en Connecticut, nos pillamos una caravana horrible en las montañas Pocono. El tráfico avanzaba por centímetros y mientras yo seguía haciendo mi cordón con hilos de colores en el asiento de atrás, mis padres intentaban desesperados encontrar algo en la radio, y todos sentados allí con las ventanas bajadas y las piernas pegándose al asiento. Fue un viaje típico de verano hasta que pasó algo tan memorable que este viaje se añadió a la lista de cuentos familiares que se cuentan una y otra vez. Llevábamos tiempo avanzando a paso de tortuga y el paisaje lo formaban mayormente rastrillos y “mercados del domingo.” cuando de repente una voz de un coche desconocido en otra parte de la carretera gritó “¡¡¡OTRO RASTRILLO NO!!!” Supongo que esa persona ya no podía más.
Me imagino que la mayor parte de mi interés en los rastrillos viene de las historias. Hay quienes les entusiasma encontrar un tesoro que llevan tiempo buscando o aprovechar para encontrar un chollo, pero a mí siempre me ha gustado rebuscar entre las cosas que algún desconocido ha decidido que no quiere o ya no necesita. ¿Qué pensaría aquel señor cuando compró las camisas hawaianas en su día? ¿En qué momento de la vida fue buena idea comprar un despertador con la forma del ratón Mickey? ¿Por qué esa persona tira un espejo tan bonito? Son historias, pequeñas partes de la vida de otra gente, expuestas en una mesa de naipes o al lado de la carretera. Hay algo medio triste y circular en todo aquello. La vida de los objetos y la gente a quien les pertenece
En todo caso, los rastrillos tienden a atraer una amplia audiencia y en Williamsburg, Brooklyn hay uno que incluye arte, comida y una vistas preciosas. Hablo, claro está, del Mercadillo de Williamsburg. Si vas a viajar a New York, cada domingo en Williamsburg justo al lado del río, se nos ofrece una vista espectacular de Manhattan. Hay una larga fila de vendedores de comida incluyendo sandwiches gourmet, helados, y rosquillas. Para deciros la verdad, fue difícil tomar una decisión acerca de qué comprar para un desayuno tipo brunch. Al final elegí una rosquilla de chocolate y caramelo a la sal que resultó ser tan deliciosa como complicada de comer, pero que valió la pena y los 3 dólares que me costó del bolsillo.
El Mercadillo de Williamsburg mismo es tan ecléctico como otros que he visto, con cosas tan dispares como una caja de dados que se había perdido de su juegos de mesa, una estatua de la libertad pintada de colores muy vivos, banderitas de universidades, tarros y ropa de segunda mano. Fue toda una delicia poder mirar las chapas antiguas, llaves maestras perdidas junto con bisutería y luego hablar con el hombre de las rosquillas. No tenía nada que ver con ese rastrillo que provocó el lamento del desconocido en la carretera de tantos años atrás.
Un poco más al este, el Mercadillo de Williamsburg continúa con el Brooklyn Artists and Fleas, dentro de un edificio que es una cruce entre una tienda de segunda mano y una feria de artistas. La nave estaba llena de moda extravagante, cuadernos hechos de materiales reciclados, camisetas con dichos irónicos, bisutería hecha a mano y todo entremedio. Fue un paraíso para el ojo y un “patio infantil” para todos los que les gusta contar y escuchar una historia bien contad
ElMercadillo de Williamsburg es una destino perfecto para un domingo soleado y hay muchos sitios para comer el brunch en la zona, así que si decides comprar y luego tomar algo, no hay problema. Sugiero que vayáis sin prisas ya que podéis disfrutar del parque y de la gente (después de todo es un rastrillo de domingo). Ruskomendamos el Mercadillo de Williamsburg con 5 boquerones porque mientras es posible que encuentres un tesoro nuevo, es un mercado único en New York que merece la pena en tu viaje fuera de Manhattan.